lunes, 7 de diciembre de 2009

Un buen chorro de lefa

Siempre me ha gustado una buena lefada en la cara. La verdad es que hay una mitomanía en torno a la leche que a mi me da bastante morbo. Nunca la he probado, más por temas de seguridad que por otra cosa, pero me encantaría dar un buen lametón a un rabo recién corrido. Lo más ha sido probar mi propia lefa, cuando a un tio le dio por mamarme la polla hasta que me corriera en su boca y después darnos un buen morreo chorreando aún mi lefa en su boca. Fue morboso, aunque un poco raro. Quizás por la falta de costumbre de sentir ese chorro caliente y pringoso en mi lengua.

Pero eso sí, un buen lefazo en la cara me pone tela de caliente. Sobre todo esa sensación de ansiedad cuando esperas que el tio lance el lefazo, mientras se la está meneando delante de la cara y sabes que está a punto de regarte con ese líquido caliente. Si tengo que elegir, prefiero ver cómo el tio se la menea y cómo me lanza la leche en la cara, más que sentir su polla en la cara y su corrida. También es cuestión de potencia, claro. Hay tíos que se corren poco o que no la lanzan fuerte. Y entonces está bien poner la mejilla y sentir la corrida.  

Pero eso de ponerse de rodillas, con la cara preparada, viendo al tio meneársela y esperando el chorreón es lo que me pone más perro. Tanto que alguna vez he repetido con algún tio que no me gustaba especialmente sólo para sentir el chorreón. Hace poco me echaron el lefazo más abundante que me habían echado nunca. El cabrón tenía buen rabo, rico para mamarlo a tope, y cuando se iba a correr se me puso delante y empezó a menearla. Y aunque me avisó, me sorprendió cuando soltó esos lefazos. Por lo menos seis o siete lefazos me soltó en la cara, abundantes, como si se tratara de escupitajos espesos, que me cayeron por toda la cara: en los ojos, en la nariz, en la mejilla... Parecía que eran dos tios corriéndose en mi cara. Cuando terminó, no pude ni abrir los ojos, me sentía pringado entero. Y me puse a tope. 

 

Tengo la fantasía de hacer un bukkake, tener a varios tios meneándosela delante mía y lanzándome la lefa. Aunque no estoy seguro si me gustaría tanta leche en la cara. Pero la cuestión es probarlo, ¿no? 

 

Eso sí, me gusta especialmente la leche espesita, que se quede pegada a mi cara, y que se quede colgando de la barbilla o de la mejilla, como si fuera el queso de una pizza. Aunque, bueno, como un buen vicioso que soy, tampoco le hago ascos a un lefazo caliente y líquido, que me salpique y me deje mojado. Y si el tio me agarra la cabeza para asegurarse que no deja ni una sola gota de su leche en mi cara, mucho mejor.



martes, 10 de noviembre de 2009

En el parque

Los parques son especialmente morbosos para ligar. Cada vez que voy a alguna ciudad me gusta averiguar en qué parques se practica cruising e irme a ver el panorama y, por supuesto, a comerme alguna polla. Eso de ponerse de rodillas en unos matorrales es excitante. Me pone caliente saber que estoy mamando mientras a mi alrededor pasean, juegan, practican deporte... 

Hace tiempo sin embargo que no encuentro mucho aliciente en los parques, porque hay cada vez menos lugares para resguardarse. Y han ido desapareciendo los estudiantes que solían ir a los parques. Yo me he desvirgado en un parque. En Sevilla, el Parque de María Luisa ha sido mi iniciación, y allí me he pasado horas dando vueltas en busca de rabos. Y allí he tenido experiencias de lo más variopintas. Cuando era estudiante, me saltaba las clases y me iba al parque a hacer un poco de cruising. 

Esa ceremonia de pasear, mirando a un lado y a otro, con la polla dura debajo del pantalón... oteando a ver si veías a alguien que te miraba igual, que se metía la mano en el bolsillo y notabas cómo se acariciaba el bulto... Tengo que reconocer que siempre he sido un poco mirón (y siempre me ha excitado que me miren). Por eso a veces daba vueltas alrededor de un tío que parecía estar meando, a ver si se daba vuelta y me enseñaba ese rabo tieso, duro y deseoso de ser mamado. 

En el Parque de María Luisa me dieron mi primer puntazo entre unos matorrales. Me dolió mucho, pero al mismo tiempo me pareció morboso estar dándole el culo a un tio que me atravesaba con su verga. En el parque también fue la primera vez que me comí varios rabos a la vez. Primero empecé con dos tíos que se estaban tocando junto a un árbol y que me invitaron a abrir la boca y tragarme sus pollas. Y luego otro tío apareció, mirando, y metiéndome también su rabo. Fue donde me aficioné a tener varios capullos acariciando mis labios y mi lengua. 

También el parque comenzó mi afición por las meadas. Me excitaba ver a un tío mear delante de mí. Como algunos lo hacían para sacarse la churra con una excusa, a mi se me ponía durísima viendo salir ese chorro de meada por la polla. Hasta que un día le pedí a un tío que me diera su rabo justo después de mear, mojado aún con los últimos rastros de líquido, y saboreé su capullo salado. Otro día le dije a un tío que se escurriera la meada en mi cara, salpicándome con gotas de meada. Y finalmente a otro le pedí que me echara un chorro en mi boca, para saborearlo. 



Pero los parques tienen también sus incovenientes. Sobre todo de noche. Más de una vez he tenido que salir corriendo de entre los matorrales. Una, porque sentí en mi cara la luz de una linterna y la voz de un policía que gritaba. Logré escapar. Otra, porque mientras se la comía a un tío comencé a escuchar ruido entre los matorrales y una voz extraña susurrar. Eran dos tíos que venían a por nosotros, a robar a los maricones. Y entonces también salí corriendo, sin detenerme a comprobar si al tío que se la estaba chupando al final le acabaron sacando algo más que la churra. 

Pero, como en todo, tiene parte de morboso y excitante correr esos riesgos. Últimamente no voy mucho a los parques. Echo de menos los tios guarros que se sacaban la polla en cuanto les mirabas, o los chavales que salían, como yo, de sus clases para pajearse o dar de mamar. Ahora sólo veo tios mayores dando vueltas, caras conocidas de hace años que aún siguen yendo aunque cada vez se encuentre menos. Por no haber, no hay ni chaperos. Yo he tenido más de una conversación con algún chaperito buenorro al que me encontraba de vez en cuando, y con el que por supuesto acabé follando.

La última vez que fui a un parque fue en Amate. Un tío del chat me pidió que le esperara entre unos matorrales para comérsela. Lo hice. Y cuando pensaba que ya no vendría, apareció en chandal, sin calzoncillos, sacándose delante de mi una verga generosa que aún no estaba dura. Y comencé a mamársela con ganas mientras se le ponía dura en mi boca. Tenía un buen capullo, y le gustaba meterme la polla hasta la garganta, que le chupara los huevos y le tocara el culo. Y mientras, a lo lejos veías cómo la gente hacía footing, sin imaginar que cerca de ellos un mamón vicioso se la estaba comiendo a un vergón morboso. Hasta que al final se la meneó delante de mi cara y me echó un buen chorro de lefa, bien caliente y espesa, que se quedó colgando de mi barbilla. Esa fue mi última experiencia en un parque (hasta el momento).

domingo, 8 de noviembre de 2009

WC

Me gusta comer pollas en wc públicos. Tienen un morbo especial. He mamado en wc publicos de centros comerciales, universidad, estaciones de tren y autobús, aeropuertos... Entras en el wc y sientes ese olor a polla que ya empieza a ponerte caliente. Y después ves a esos tios en los urinarios, con los rabos fuera; te gustaría comértelos todos, pero es imposible, claro. Siempre he fantaseado con encontrar un wc donde todos los urinarios estuvieran ocupados por tios con ganas de una buena mamada. Y ponerme de rodillas, rodeado de todas esas pollas recién meadas, a comerme una detrás de otra. 


Lo que más me gusta de los servicios es ese juego que se produce cuando te acercas al urinario al lado de otro día y comenzáis a miraros de reojo, comienzas a ver poco a poco su polla dura, y tú vas enseñando la tuya. Y cuando estiras la mano y tocas ese rabo caliente, que hace tiempo que está ahí, meneándose, y comienzas a sobarlo. 

También son morbosos los reservados, sobre todo aquéllos que está abiertos por abajo, entre un reservado y otro. Me he puesto en posturas imposibles para agarrar un buen rabo por debajo de ese hueco, pero siempre ha sido muy excitante. Sobre todo cuando ves cómo esa polla lanza la leche hacia el suelo.


El wc más morboso que he conocido es uno que ya no existe, y que se encontraba en la Universidad. Tenías 3 urinarios y dos reservados, en cuyas puertas los estudiantes viciosos habían hecho agujeros lo suficientemente grandes como para poder ver más o menos las pollas de quienes estaban meando. Ahí he pasado tardes de vicio a tope, mirando, calentándome mientras veía a los estudiantes sacarse sus pollas flácidas y mear... Y también ponerme en el urinaro y sacarme la polla sabiendo que alguie me estaba mirando por los agujeros. He llegado a estar de rodillas, junto al urinario, comiéndosela a un tio mientras las puertas de los reservados estaban abiertas y otros dos tios también se lo pasaban en grande. 


Pero los wc son diferentes ahora. Menos seguros, menos excitantes... Se ha perdido un poco de esa posibilidad de guarrear sin que a nadie le importara mucho. Aunque todavía, cuando estoy caliente, me pone a tope entrar en un wc y sentir ese olor a rabo caliente.