martes, 28 de agosto de 2012

Pajote en la oficina

Últimamente me ha dado por hacerme un pajote en la oficina. Me gusta quedarme un rato más y ponerme a chatear, a ver mis páginas guarrotas y a menearme la churra. Hombre, lo ideal sería recibir a un machote con la polla babosa, abrirle la puerta del trabajo y ponerme a lamer su capullo babosillo. Y terminar mamándole de rodillas a tope hasta que me deje como una puta pringada de lefa. Pero por el momento no me ha pasado. Así que si alguno tiene ganas de quitarme esta frustración, está abierto a dejarme un comentario, a ver si lo arreglamos.

De todas formas, me da tela de morbo tocarme la polla en la oficina. Eso de menearse el rabo en el sitio donde trabajas, donde tienes las reuniones, donde está tu ordenador... dejar el teclado del ordenador oliendo a nabo caliente, tiene su morbo. Enseguida se me moja el cipote. Me pone a tope pegarme un buen calentón en el mismo sitio en el que tengo que dejarme el cerebro durante toda la mañana.

Últimamente me ha dado por ser algo más arriesgado. Tengo tres compañeros de oficina, pero todos están enfrente mía, separados por unas mesas. Así que, cuando veo que puedo chatear o ver páginas sin que nadie pueda verlo, me empiezo a tocar el paquete mientras mis compañeras y compañeros hacen el gilipollas trabajando. Enseguida se me pone la polla a tope, latiendo debajo de la bragueta, como si me pidiera salir y sentirse acariciada por mi mano.


Hoy he ido algo más allá. Me he bajado la bragueta y me he sacado la churra. Uffff, estaba completamente mojada, seguro que si hubiera puesto el dedo en la punta del capullo y lo hubiera separado lentamente, habría salido ese hilillo rico de baba que tanto me gusta saborear en las pollas de otros machotes. Me ha encantado tener ese rabo fuera mientras mis compañeros estaban al otro lado, por debajo de la mesa. Estoy seguro que si a uno de ellos se le hubiera caído un bolígrafo y se hubiera agachado debajo de la mesa, lo primero que le habría llegado habría sido un fuerte olor a nabo caliente. Y enseguida habría visto mi cipote duro, con las venas a punto de explotar, apuntando hacia su cara. Por fantasear, hubiera sido morboso que, cuando mi compañero se agachara, le llegara el olor a nabo y viera mi cipote duro, le hubiera caído en la cara un buen lefazo recién exprimido de mi nabo. Pero hasta ahí no ha llegado la cosa.

Me he tocado el rabo durante un rato y luego lo he vuelto a esconder. Tampoco quiero arriesgarme tanto. Pero me ha dejado un calentón durante toda la mañana tremendo. Creo que he tenido casi todo el tiempo la polla tiesa, y me ha sido difícil concentrarme en el trabajo. Pero me ha dado tela de morbazo.

Tan caliente me he quedado que enseguida, después de salir del trabajo, me he ido al parque de María Luisa y he buscado algo que meterme en la boca. Al final he acabado comiéndosela a un tío de unos sesenta años que no es que me gustara demasiado pero... ¡qué rica está una polla cuando tienes el calentón en el cuerpo!