domingo, 27 de enero de 2013

Me gusta cuando se me moja la polla

Un tio caliente como yo tiene la suerte o no de estar siempre pensando en follar. Eso hace que a veces me empalme en momentos poco adecuados o que sienta cómo se me moja el capullo en determinadas circunstancias. Al principio tenía cierto pudor cuando sentía mi polla mojada, pero ya he encontrado cierto placer en esa sensación de rabo caliente. 

A veces en el trabajo, cuando he estado chateando o repasando mi cuenta de tumblr llena de rabos jugosos y caras llenas de leche, se me empieza a mojar el nabo. Y siento cómo mi glande empieza a soltar esas gotas calientes que hacen que tenga el capullo como si acabara de mear. A veces, cuando no mira nadie, meto mi mano bajo el pantalon y acaricio con el dedo mi capullo mojado para llevármelo después a la boca y saborear esa sensación de calentón que me da. 

Más de una vez me he sacado el rabo disimuladamente en el autobús para sentir el olor a polla caliente que desprendo cuando se me moja el capullo. Ese olor a nabo que se parece al que te entra cuando bajas la bragueta de un tio al que estás a punto de comerle la polla. Esa pimera sensación que te hace reconocer la calentura que tiene el tio antes de ponértela en la boca. 

Tanto me gusta esa sensación de polla mojada que prefiero siempre besar, acariciar y jugar con un tio antes de comerle el rabo, para que se vaya calentando y su nabo tenga tiempo deempezar a soltar ese líquido que tan cachondo me pone. Y así, cuando saco su rabo, ya huele a macho caliente y ya puedo restregar su capullo baboso por mi cara para que me deje su olor de machote. Ese olor a polla que me va a acompañar incluso después de haberle acado la leche.

viernes, 4 de enero de 2013

2013 polvos este año

Este año me propongo comerme más pollas que ningún otro. Ya que estamos todos tan depresivos con esto de la crisis lo que hay que hacer es ponerse de rodillas y tragar rabos, recibir lefazos y ser petado hasta que se nos quite la depre. Y a ser posible en algún sitio morboso.
 
Mi primer nabo del año me lo he comido al aire libre, que es donde más me gusta. Empecé el año caliente como siempre, y decidí darme una vuelta por el aparcamiento junto al río después del trabajo. Me quedé un rato mirando cómo pasaban los coches desde la zona de arboleda hasta que un tio paró el coche y se me quedó mirando. Me pasé la mano por el paquete duro y el tío entendió enseguida lo que buscaba, así que se bajó del coche y se dirigió hacia la zona donde yo estaba. Me puse a cien.
 
El tio tenía una buena cara de vicioso, se apoyó en un árbol y se empezó a tocar también. Así que ya estaba todo claro. Me acerqué y sin mediar palabra le cogí el paquete. Se notaba que ya la tenía morcillona. Así que le bajé la cremallera y se la saqué. Salió una buena churra; no era un pollón, pero era gorda y venosa. Empecé a masajear ese trozo de carne caliente y enseguida se me hizo la boca agua. Así que me puse de rodillas y me la metí en la boca.
 
Me encanta sentir el primer sabor de un nabo en la boca. Ésta sabía a rabo recién meado. Y me puse a tope. Seguí mamando mientras el tio me agarraba la cabeza. Y entonces empezó a follarme la boca como a mi me gusta. Yo no paraba de babear mientras me la comía. Me encantaba estar ahí comiendo una churra en medio de los árboles. La verdad es que no estábamos escondidos, cualquiera que pasara con el coche y se fijara me vería a mi de rodillas y al otro dándome rabo de pie. Pero eso me pone tela. Que me vean comiéndome un nabo. Yo notaba cómo alguno paraba el coche, pero a ninguno le dio por bajarse y darme polla también, que es lo que me hubiera gustado.
 
Pero mientras disfrutaba de esa churra venosa, blanca y sabrosa que me estaba dando el tio. De vez en cuando la sacaba de mi boca y me pegaba dos o tres pollazos en la cara de mamona. Sentí que la cara me olía a rabo. Y eso me ponía más todavía. Tras un buen rato follándome la boca, el tio estaba a tope y empezó a meneársela para darme leche. Le pedí que me la diera en la cara. Y entonces dio el último meneo y comenzó a soltar leche espesita, blanca, que me cayó en toda la cara: la mejilla, la nariz, los labios... Echó un buen lefazo que me dejó pringado. Y yo no pude resistir soltar la leche también a sus pies.
 
Cuando terminó, me dijo que me limpiera la leche de la cara. Pero lo que no sabía el tio era que me iba a dejar la leche hasta que llegara a mi casa. Para sentir por el camino cómo se me iba secando.