miércoles, 22 de mayo de 2013

Tres pollas

Esta mañana recibí un mensaje en el móvil muy temprano: "Hemos quedado esta tarde para follar. Somos tres y queremos darte de comer. ¿Te vienes?". Esos mensajes te dejan al principio un poco fuera de lugar. Me pilló en la calle, yendo al trabajo. Pero enseguida se me empezó a levantar el rabo debajo del pantalón. Eso era señal de que me gustaba la idea.

Me da morbo que un tio me mande un mensaje porque tiene ganas de que le coman la polla. Me hace sentir muy puta contestar enseguida que sí, que por supuesto estaré donde él me diga cuando me diga para ponerme de rodillas y tragar rabo. Me siento utilizado por un macho que quiere que le quiten el calentón. Y que sabe que si me manda un mensaje voy a hacer todo lo posible por estar donde me diga. Yo no soy una putita, soy bastante macho y me gusta también demostrarlo. Pero ese punto servicial me da tela de morbo y me pone muy cachondo. Que sepan los tios que si tiene ganas de descargar aquí está la boca de su mamona. 

Así que le dije al tio que sí, que por la tarde estaba libre y que por supuesto no tenía nada mejor que hacer que comerme varias pollas. Me contestó que iban a ser tres: uno de 59 años, otro de 40 y otro de 26. Me gustaba la idea. Tres edades distintas para poner sus rabos en mi boca.

Ellos habían quedado en la puerta de una casa. Cuando llegué ya estaba allí. No eran nada del otro mundo físicamente, todo hay que decirlo. Pero daba igual, yo había estado todo el día pensando en lo bien que me iba a comer esos tres rabos. Y llevaba tiempo bastante cachondo. Entramos en un piso de alquiler, supongo que uno de ellos sería de alguna inmobiliaria. Pocos muebles, pero sí un sofá y algunas sillas. 

La verdad es que el comienzo de una orgía o de un folleteo entre varios suele ser un poco frío. Hasta que alguno se anima, hay como un ambiente raro. Tios que no se conocen de nada pero que en un rato van a estar magreándose a tope. Lo único que falta en esos momentos es romper e hielo. Pero la verdad es que en este caso se rompió pronto. Uno de ellos parecía estar especialmente cachondo, así que enseguida se bajó la cremallera y se sacó la polla, venosa, no muy grande pero morena, bien puesta y ya morcillona. Yo ya sabía para quien era ese rabo, así que me puse de rodillas y me lo metí en la boca. Y empecé a comerlo para que se pusiera dura del todo. 

Los otros dos se quedaron mirando, mientras se tocaba el paquete el uno al otro. Eran el mayor y el de menos edad. Parecían padre e hijo magreándose. Mientras me comía el rabo moreno, les miraba de reojo y me ponía cachondo imaginar que fueran padre e hijo. Pero yo seguía a lo mio. El chaval se sacó una buena polla tiesa y enseguida la pasó por mi cara mientras yo seguía mamando. Estaba ya mojada, y empecé a sentir su olor a nabo caliente en mi cara. Así que no pude resistir a comérmela. 

El mayor se unió a nosotros enseguida. Y ya estaba la situación como yo la había imaginado todo el día. Tres pollas puestas delante de mi cara, peleándose por meterse en mi boca, babeando en mi lengua. 

Me encanta saborear varios nabos, sentir el sabor de cada uno de ellos, distinto. Bien dura la del chaval de 26 años, más babosa que las otras, buen capullo y gorda. Más pequeña pero bien puesta la del tio de 59 años, huevos gordos, ladeada pero sabrosa. Y morena y rugosa la del cuarentón. La primera en meterse en mi boca y la primera en soltar la leche.

Continuará...