miércoles, 3 de julio de 2013

Comiendo un rabo árabe

No hay cosa que más me ponga cachondo que comerle la polla a un negro o a un árabe. Pero hay pocas ocasiones en las que uno puede hacerlo, a no ser pagando. Ayer pude comerme uno de esos rabos que tanto me gustan. Como de costumbre estaba caliente como una perra y buscando pollas por el chat. Entre muchos intentos infructuosos, acabé hablando con un chaval que parecía estar más caliente que yo, que ya es decir. Buscaba un mamón que llegara a su casa, se pusiera de rodillas y empezara a tragar. Mi especialidad, vamos. ¿Para qué ponerse a charlar de cosas sin importancia? Lo que hay que hacer es ir al grano.

Su nick era bastante explícito: "raboarabe", y desde luego era lo que yo andaba buscando. hablamos poco por el chat. Él vivía cerca y estaba deseando que un mamón le comiera la churra. Y yo estaba deseando hacero. Él tenía 23 años, pero le importaba poco mi edad. Así que quedamos enseguida. 

Mientras me dirigía a su casa me imaginaba su nabo, gordo como suelen tenerlo los árabes, moreno, baboso y lefero. Llegué a su casa y él bajó a abrir la puerta de la comunidad. No era especialmente guapo, pero tenía algo que enseguida me puso el rabo a tope. Vino en babuchas, con una camiseta un poco sucia. Parecía a los moros que ves por Algeciras esperando no se sabe qué. Y eso me pone bastante. Y sobre todo, debajo de unas calzonas amplias que llevaba, se notaba un bulto que me hizo babear de ganas de ponérmelo en la boca.
Me comí una parecida a ésta.
Cuando llegamos a su piso y cerró la puerta, desde luego no habló mucho. Enseguida se bajó las calzonas y se sacó la churra. Los ojos se me abrieron. Tenía delante mía a uno de esos churrazos gordos que tanto me gustan, con un capullo moreno sin pellejo y deseando que pusiera mi lengua en él. Así que lo hice. Tuve que abrir mucho la boca para meterme todo ese rabo árabe. Y el tio desde luego no tenía contemplación, quería que un mamón se la comiera hasta el fondo y empujaba como si mi boca fuera un coño. Por supuesto, como todo buen árabe, enseguida se sentó en el sofá y me dejó hacer a mi lo que tuviera que hacer. Por la experiencia que tengo con ellos, les gusta disfrutar ellos y que el mamón les haga el trabajito. Como si fuera su perra. Y me encanta serlo. 


Le dejé toda la polla llena de babas, se me escapaba de los lametones que le metía, le comí los huevos, negros y gordos, le pasé la lengua por ese vientre que tenía algunos pelos negros de machote. Cuando llevaba un rato mamando como su perra, me dijo que tenía ganas de mear. Ya habíamos hablado por el chat que me gustaba que me llenaran de meada. Y me dijo que tenía un patio donde poder hacerlo. Así que nos fuimos para allá. 

Eran como las cuatro de la tarde y el patio era acogedor, pero hacía una calor terrible. Pero ¿qué coño! Si voy a recibir un meazo de un rabo gordo árabe no me voy a poner sibarita. Así que me quité la ropa y me puse delante de él. Enseguida empecé a sudar, mientras esperaba que el chaval sacara su pis. Aquello parecía eterno. El calor me empezó a agobiar. Pero entonces comenzó a salir algo de meado de su capullo moreno y gordo, y después llegó el chorreón sobre mi pecho. Si me hubieran echado encima un cubo de agua fresca no habría sentido el alivio que sentí. Qué gusto recibir ese meo calentito, generoso, encima de mi cuerpo. Pero quería más. Así que le moví la mano que sugetaba su rabo para que lo dirigiera hacia mi cara. Y entonces me duchó bien con una buena meada. Uff, qué rica estaba la meada. Y qué bien recibirla en el patio, no encerrado en un baño como suelen echármela. 

Qué ricos rabos árabes
Cuando le quedaba aún un chorreo de meada, me di la vuelta y le puse el culo. Quería sentirla también en la raja, que me chorreara bien. Y lo hizo. me echó el último chorro calentito, que me recorrió toda la raja del culo. Casi inmediatamente, recién terminado de mearme, se le puso la polla de nuevo tiesa y me preguntó si quería que me la metiera. Y lo le dije que me atravesara, que aprovechara el meo para meterla por mi culo velludo. Entonces sentí cómo se me introducía un palo duro, grueso y venoso, por entre las piernas. Y me puse a tope. Tengo que decir que los árabes no distinguen muy bien entre un coño y un culo, así que no tienen mucho miramiento a la hora de meterla. Pero yo estaba tan cachondo que ya tenía el ano un poco dilatado. ¡Qué buena ensartada me dio el cabrón! Y qué bien me petó. Aunque no duró mucho. Tras varias embestidas, el chaval me dijo que iba a correrse, así que me volví de nuevo y le puse la cara para que me la llenara. Y vaya si lo hizo. Conté por lo menos seis lechazos, aunque no vi mucho porque el primero, espeso, blanco y caliente, me cayó en el ojo derecho. Y los siguientes sobre la frente, en la oreja, en la mejilla... Cuando terminó sentí el olor de su nabo recién meado y recién corrido. De esos olores que tanto me gustan. 

Me limpié un poco, pero no mucho. Como vivía cerca, quise disfrutar de esa sensación de estar meado y lefado, así que me puse la ropa encima, aún chorreando mi cuerpo de meos y lefa.