domingo, 1 de septiembre de 2013

Jardines del Guadalquivir

Hace poco descubrí este lugar de cruising en Sevilla. Había oido hablar de él, pero aún no me había decidido a conocerlo. Es una zona todavía algo desconocida, pero a poco que el personal se vaya animando, puede ser un auténtico festín de rabos. Conectado con los Jardines de América, las mejores entradas son las que se encuentran cerca de Isla Mágica y la que da al paseo junto al río. Precisamente el hecho de que haya sido un jardín abandonado en los últimos años hace que no haya demasiadas visitas, aunque se ha restaurado y reforestado recientemente. Y el hecho de estar en plena Cartuja contribuye a que por el momento sea un lugar en el que solo se encuentran de vez en cuando algunos corredores y empleados de mantenimiento. 

Se me ocurrió ir a los Jardines cerca del mediodía, desde luego no uno de los mejores momentos por afluencia de rabos y por las altas temperaturas. Pero me pilló de camino por la Cartuja y decidí ir a probar, ya que tenía un buen calentón de esos que me entran sin previo aviso. Así que me dije, a pesar de la calor, "si encuentro algún nabo que me desahogue por lo menos habrá valido la pena". 

Mi primera visita a los Jardines del Guadalquivir
 El primer paseo fue decepcionante. Allí no había ni Dios. Solo un tipo con un perro que parecía estar buscando algo, pero ni me gustaba el tio ni me apetecía comerme un nabo mientras su perro olisqueaba al lado. Me metí por la avenida principal hacia el fondo de los jardines, pero vi que allí no había mucho que encontrar. Eso, al contrario de quitarme el calentón, me puso más caliente todavía. Un sitio tan solitario desde luego era un buen lugar para mamar a cualquiera que llegara. Y cuando estoy en sitios morbosos en los que me imagino de rodillas mamando, me pongo a tope.

Busqué en mi móvil a ver si por geolocalización encontraba a algún tio en los alrededores al que poder decirle que se viniera y me diera polla. Pero tampoco hubo suerte. 

Así que finalmente me metí en el laberinto que hay en mitad de los jardines. Un sitio morboso en el que se uno se imagina girando en uno de sus pasillos naturales y encontrarse con dos tios mamándose mutuamente. No lo conozco por la tarde, cuando hay menos luz, pero desde luego si va gente ese laberinto puede ser todo un descubrimiento. 

El laberinto, un sitio morboso donde descubrir
 Cuando estuve un rato yendo de aquí para allá, decidí salir del laberinto y sentarme cerca, a ver si algún tio entraba y se notaba que iba buscando algo. Y efectivamente vi llegar a un tio joven, en chandal y barbudo que se metió en el jardín, no sin antes echarme una mirada de esas que te hacen la boca agua. 

Así que hice lo que tenía que hacer. Me metí también en el laberinto, a ver si el chaval tenía algo para alimentarme. Después de dar alguna vuelta por los pasillos del laberinto, al final le vi al fondo, en un rincón, con el rabo sacado por encima del chandal. Me acerqué y no hizo falta decir nada, me puse de rodillas y me metí esa polla en la boca. Estaba sudada, olía a macho que venía de hacer deporte, y eso me puso aún más caliente. Era un rabo normal, pero tenía unas venas gordas que me pusieron a tope. Yo le pasé la lengua por el capullo y sentí el sabor amargo del sudor, el sabor de un buen machote. Y mientras el tio gemía suavemente de placer hasta que decidió que sería él el que llevara la voz cantante. Así que me empujó la polla hasta la garganta y comenzó a follarme la boca. Me daba buenos empujones, de esos que te producen alguna arcada, pero yo estaba ansioso de nabo y me encantaba su sabor, entre meado y sudado. 

O el tio estaba muy caliente, o tenía prisa, porque me cogió la cabeza y me puso los huevos en la boca, mientras él se pajeaba para sacarse la leche. Yo me metí las bolas sudadas y peludas en la boca, y se las masajeé bien con la lengua. Y cuando estaba enfrascado en sus huevos, el tio lanzó un gemido y sentí en la mejilla, cerca de la boca, un chorreo constante de líquido caliente, espeso, que se deslizó por mi cara hasta quedarse colgando en mi barbilla. Fue una buena corrida, que se la agradecí terminando de limpiarle el capullo con la boca.

Después el tío se metió la boca en el chandal y se fue. Yo me quedé con ganas de más, pero pasó un tiempo sin que nadie apareciera, y acabé aburrido de tanto esperar. Tendré que volver a este sitio, tranquilo y perfecto para jugar a recibir biberones. 

¿Alguien me acompaña?