jueves, 9 de octubre de 2014

El tío del sexshop

A veces, cuando vas a sitios de cruising a comer pollas, te encuentras con tios que no sabes muy bien qué quieren. Algunos supongo que están para fisgonear y alimentar su morbo de heteros frustrados, y de esos es mejor pasar en cuanto sabes que solo van a mirar (aunque a mí me encanta que un tio se pajee mientras me mira disfrutando de otro rabo). Otro, en cambio, parece que quieren pero no quieren. 

Últimamente ando frecuentando un sexshop con gloryhole donde me gusta probar rabos diferentes. Aunque cuando vas a menudo a un sitio de cruising acabas encontrándote con los habituales que acaban haciéndose familiares. Uno de ellos es un tio morboso al que le he comido el rabo en varias ocasiones, aunque al principio no fue fácil. 

El primer día que le vi yo llevaba ya un buen rato dando vuelta por las cabinas, a ver si caía algo interesante. Ya estaba a punto de irme cuando entró un tio de unos treinta y tantos, delgado, rapado y con barba de tres días. Me resultó atractivo y me dio tela de morbo la pinta de chulo que tenía. Así que empecé a rondarle. Ya era bien entrada la tarde y el sexshop estaba casi vacío. Él se puso a esperar en medio de pasillo y yo aproveché para meterme en la cabina de enfrente, sentarme en el sillón y, con la puerta, me saqué la polla, que me la había puesto dura. Él me miraba y luego dirigía la vista hacia el fondo del pasillo. Luego comenzó a tocarse el paquete y fue entonces cuando noté que podía tener una buena manguera. Pero no terminaba de meterse en la cabina conmigo. Empecé a pensar que era uno de esos mirones. Hasta que dio dos o tres pasos, se metió en la cabina, no sin antes mirar si venía alguien, se puso junto a mi cabeza, se bajó la cremallera y se sacó una señora verga, gorda y ya morcillona. Enseguida me la metí en la boca con deseo. Él lanzó unos gemidos de placer. Pero después de unos segundos se la guardó y volvió a salir. 

¡Joder! ¿Sería posible que no le gustara mi mamazo, con lo buen mamón que soy? Al rato, volvió a ponerse en el pasillo y se abrió la bragueta, dejándome ver su rabo levemente, color carne, venoso, ya bien duro, con ganas de salirse del pantalón. Eso me puso a tope. Con la mirada le dije que entrara. Quería saborear ese pollaco hasta que soltara su leche. Pero el tío no parecía muy seguro. Después de ponerme como una moto, decidió entrar y me preguntó si tenía monedas para echar en la cabina, porque no quería que le llamaran la atención. "Haberlo preguntado antes". Eché unas monedas y comenzó a verse una escena de una película porno. Pero yo quería ver otra cosa. 

El tío cerró la puerta y se sacó la churra. ¡Estaba bien dura! Enseguida me la metí en la boca, saboreando su capullo, sus venas, los pelos del pubis. El tio comenzó a empujar, queriendo meter toda su tranca en mi boca. Casi no me cabía el cipote, pero hice un esfuerzo y conseguí metérmelo hasta que sentí los vellos del pubis haciéndome cosquillas en la nariz. Empecé a babear con su rabo en la boca, y parece que eso le excitó más aún. Mi sensación sobre lo cabrón que podía ser el tío no estaba equivocada. Me cogió de la cabeza con las dos manos y empezó a follarme la boca como si fuera un coño. Se notaba que disfrutaba de mi boca de puta mamona. Y yo, desde luego, disfrutaba de su rabazo dentro de mi garganta. 

El tío empezó a escupir en su polla, y yo sentía la saliva en mi boca. Le miré y le dejé caer que por qué no me escupía mejor en la cara. Y lo entendió a la primera. Antes de poder seguir mamando su rabo sentí un escupitajo cayendo sobre mis ojos y mi nariz. Yo estaba ya a tope y quería seguir disfrutando de ese pedazo de polla.

El tio siguió follándome la boca hasta que me dijo que estaba a punto de correrse. Yo le dije que se corriera en mi cara, quería sentir su leche caliente pringándome, y estaba seguro de que iba a llenarme bien de lefote. Él me pidió que cambiara el canal. Fui cambiando hasta que se vio en la pantalla la escena de un tio follando el coño de una guarra. Entonces me excité aún más. ¿Así que éste es de los que le gusta ver una peli porno hetero mientras se corre en la cara de un puto mamón? El tio comenzó a pajearse el rabaco bien babeado mientras yo le miraba con la boca abierta esperando su lefazo. Mientras se pajeaba miraba a la tia abierta de patas y recibiendo otro buen pollón en el coño, y me decía: "Te voy a dar leche, cabrón. Te voy a llenar de leche la cara". Y efectivamente, comenzó a lanzar tres o cuatro buenos chorrazos de lefa que cayeron encima de mi mejilla, de mi ojo derecho, de mi coronilla y de mi boca abierta. Sentí en la lengua el sabor dulce de su lefa, que siguió saliendo del rabo, dejándome otros dos buenos chorros en la boca y la barbilla. No contento con eso, cuando terminó, empezó a sacudirse la polla en mi cara para soltarme los últimos pegotes de leche que se le había quedado en el capullo. Después, se limpió la polla en mi mejilla, dejándome en la cabina sentando mientras de mi rabo comenzó a salir un buen chorreón de leche que me llegó hasta el pecho. 

Desde entonces me he encontrado al tio en otras ocasiones, y siempre acabamos metidos en una cabina dándome de mamar como a una buena puta. Espero seguir disfrutando de su churra por más tiempo.

jueves, 21 de agosto de 2014

Los Rodríguez

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miércoles, 11 de junio de 2014

De lefote en lefote

Una de las cosas que más me gustan cuando voy de cruising es recibir lefotes de distintos tios. Pero no que varios maromos se corran en mi cara al mismo tiempo (que también) sino hacer que un tío se corra y aguantarme las ganas para poder seguir mamando otros nabos. 

Ayer tuve una experiencia de esas. Había quedado con un tio del chat de Chueca para que me diera rabo y lefazo en el WC de El Corte Inglés. Estaba bastante perro y tenía ganas de sentir un buen lefote en todo el careto. Así que me fui directo a los wc, donde había quedado con el tío. Ni siquiera le pregunté cómo era, solo quería sentir un rabo en la boca y un chorro caliente en la cara. Lo único que me aseguró en el chat fue que era lechero, así que como eso era lo que yo buscaba en ese momento, me bastó con eso para salir omo un perro en celo. 

Llegué un poco pronto (quizás porque estaba ansioso). Había quedado en la cuarta planta, pero preferí subir por las escaleras e ir entrando en los wc de cada planta por si encontraba algo de camino. Y tuve suerte. Había un chaval moreno y delgado en la puerta del wc y cuando me vio y nos cruzamos las miradas, se metió en el servicio. Yo le seguí hasta el urinario. Hay momentos, sobre todo si eres una puta como yo, en los que no hace falta ni un segundo para saber que el otro quiere guerra. Y este fue uno de esos. Sabía que el chaval estaba buscando algo, y cuando me puse en el urinario él ya tenía el rabo moreno y largo fuera del pantalón mientras se lo meneaba. Así me gusta, directo al grano, nada de preguntitas ni de chorradas. Si un tio se pone en el urinario al lado tuya con el rabo fuera mostrándolo, ¿para qué coño le vas a preguntar si busca algo? ¿cómo se llama? ¿dónde lo hacéis? Yo me saqué mi churra aún lánguida y me la empecé a menear también. Nuestras miradas se dirigieron al reservado y nos metimos en él. 

Cuando estuvimos dentro, el chaval me enseñó otra vez su rabo moreno bien armado, uno de esos que me encanta mamar hasta el fondo. Se notaba que él también era buen mamón, pero ese día yo quería ser el que tuviera el rabo en la boca, así que empecé a lamerlo con ganas. El otro tío podía esperar, o si al final no le encontraba, seguro que no tenía un rabo como éste. El chaval me folló la boca con ganas, se notaba que también andaba caliente como una perra. Nos besamos con ganas, y me lanzó un pequeño escupitajo en la boca, pero tímidamente. Yo le dije: "Escúpeme, tio". Y entonces, cuando supo que a mi me gustaba, me lanzó un buen escupitajo en la boca y otro en la cara. Yo estaba ya a tope, pero quería seguir mamando hasta el final. El tio al final me agarró la cabeza a punto de correrse, y le dije que lo hiciera en mi cara. Pero no me dio tiempo a terminar cuando sentí otros escupitajos, pero esta vez de leche caliente y líquida, que me rociaron bien la cara. Me entraron ganas de lamer su polla morena que aún chorreaba algunas gotas de lefa. 

El chaval me preguntó si yo no me corría, pero le dije que no. Yo estaba a tope, pero aún me daba tiempo a comerme el otro rabo con el que había quedado, así que decidí aguantarme. Cuando el chaval salió del reservado, yo me quedé un poco mirando sus goterones de leche en la cara. Como era bastante líquida, no se notaban mucho, así que salí de allí con la cara lefada. Me gustaba sentir el olor de la polla del tio en mi cara. 

Subí a la cuarta planta, donde había quedado con el otro tío. Solo sabía que llevaba un chaleco de un color determinado, así que no hubo mucha pérdida. Y estaba allí, esperando al mamón. Me puse a tope solo de pensar que antes de que se me hubiera secado la leche del otro chaval en la cara iba a estar otra vez de rodillas mamando otra polla. 

El tio, de unos 40 años, me metió su miembro en la boca en cuanto entramos en el reservado. Comparada con la otra, ésta parecía menos potente, pero quería comprobar si era tan lechero como me había dicho. Ya estaba excitado de la mamada en la tercera planta, así que me la comí con ganas de mamón vicioso. A éste también le gustaba follarme la boca hasta que me tragara todo su rabo, y realmente estaba delicioso. 

En un momento dado, se subió encima del váter para tenerme debajo. Esa posición, con el macho dando polla al mamón, me encantó. Entonces el tio me dijo que pusiera la cara justo debajo de su rabo, bien duro y venoso. Y empezó a meneársela para llenarme bien de leche. Mientras aún sentía el olor del semen del chaval, todavía sin secar, empezaron a caerme encima chorros de leche bastante espesa, de esa que notas que se te queda pegada en la cara. Realmente el tio era lechero. Me cayeron por lo menos seis chorros de leche condensada, y algún otro cuando el tio se escurrió la polla lanzándome los pegotes que aún le quedaban. Hubo un momento en el que sentí el olor de las dos pollas, como si mezclara la leche de los dos tios en mi cara, líquida y espesa, joven y madura, dulce y salada...

Me quedé un buen rato disfrutando de esos lefotes en mi cara, oliendo a machos y rabos. Como el cabrón mamonazo que soy. Un día de lefote en lefote.


lunes, 19 de mayo de 2014

Sitios de cruising en Sevilla

Estos son algunos de los sitios en Sevilla en los que me gusta buscar rabos cuando estoy caliente. ¿Cuáles son tus preferidos?

WC El Corte Inglés. Suelo ir a los wc de la Plaza del Duque. Aunque últimamente es más complicado meterse a mamar pollas, porque es menos seguro. Para un mamazo rápido cuando se está a tope está bien.

WC Rectorado. Tiene unos baños morbosos en Filología Alemana. Suelen estar tranquilos y tiene la ventaja de que es fácil encontrar universitarios calentorros. Hace tiempo solía ir más, porque había varios wc donde encontrar rollo; pero después de que reformaran algunos de ellos, es más complicado. Por lo menos queda este wc como uno de los más morbosos de Sevilla. La última vez que fui, eso sí, solo encontré mirones. Tios que querían verte la polla en el urinario pero poco más. Y para ver pollas sin catarlas en la boca mejor me miro una pelo porno.

Jardines del Guadalquivir. Se han puesto de moda como sitio de cruising. Por mi horario, solo he podido comprobarlo sobre el mediodía. Y la verdad es que siempre he acabado encontrando rollo. Allí me he follado cultos latinos, me la han mamado estudiantes viciosos y por supuesto me he comido varios rabos.

Parque María Luisa. Últimamente no voy mucho, aunque es uno de los clásicos del cruising en Sevilla. Por mucho que hagan limpieza de matorrales, un parque es un parque y siempre hay donde meterse a ponerse de rodillas. Ya no es lo que era, aunque supongo que en horario nocturno seguirá habiendo movimiento.

Zona Krampack. He ido un par de veces y lo cierto es que no termino de cogerle el gusto. Lo bueno que tiene es que los que van, van al grano, aunque también hay mucho paseante mirón. Las veces que he ido no he visto mucho ambiente, y eso me ha retraído un poco. Si vas a un sitio y no ves movimiento, te quedas con las ganas, pero si encima has pagado 6 €, jode un poco.

Sexshop. Siempre está el morbo de las cabinas con gloryhole. Vas un poco a la aventura. Hay días que te acabas comiendo buenas pollas y otros que te acabas haciendo un pajazo con la película porno. Pero el morbo está garantizado. Lo malo es lo de tener que ir echando monedas en la cabina para que no te llamen la atención. Al final acabas gastando 10 € por lo menos.

¿Tú dónde sueles ir?

jueves, 27 de febrero de 2014

Glory, Glory, Aleluya

Una de las cosas que me ponen más caliente son los gloryhole. En Sevilla hay pocos interesantes, y uno se tiene que conformar con los de algunos sexshop. Esta tarde tenía ganas de morbo en el glory, y ahí que me fui al sexshop, aprovechando unos euros sueltos que tenía en el bolsillo. Los sexshop son lo que tienen, si quieres estar metido en una cabina tienes que meter monedas en el video, si es que quieres estar tranquilo sin que te aporreen la puerta diciendo que tienes que salir. Afortunadamente, los eurillos gastados me salieron rentables, porque pude disfrutar de algunas buenas corridas. 

Rabo 1: Me meto en una cabina estratégica, de las que están en medio, porque así me aseguro tener un glory hole a un lado y otro al otro lado. Abro las dos puertecillas que ocultan los agujeros para dejar claro que me voy a comer lo que salga por cualquiera de los dos, o incluso por los dos. Me saco la polla y empiezo a menearla, esperando que algún tio se meta en la cabina de al lado. Tarda poco tiempo en aparecer un nota mirando por el agujero, de mediana edad, echando una mirada a mi rabo ya duro a través del agujero. Yo abro la boca para dejarle claro que aquí el que mama soy yo. El tio se empieza atocar el paquete, que no está nada mal. Y seguidamente se baja los pantalones dejando ver una generosa masa de carne. Me aparto un poco del agujero y entonces veo salir por ese mismo sitio un buen rabo carnoso, morcillón y algo inclinado hacia abajo. Me lo meto en la boca. Sabe a rabo recién meado, y eso me excita todavía más. Ahí estoy yo, tragando una polla en mitad de una pared, intuyendo que el tio del otro lado disfruta porque de vez en cuando mete unos empujones para metérmela más adentro en la boca. Paso la lengua por todo el rabo, por el capullo rosado y ya húmedo. Siento que alguien observa, y efectivamente, por el agujero de la otra pared hay una sombra que mira. Me pongo de forma que pueda verme mejor tragándome esa polla carnosa. El mirón está excitado y mete también su polla por el agujero. Estoy en una cabina, con un rabo a cada lado, tratando de estirarme para agarrar los dos, uno con cada mano. Pero sigo mamando al primero, sintiendo que pronto va a expulsar la leche. Y efectivamente, unos segundos después mi lengua nota un chorrito de líquido caliente que precede al chorreo de leche. Me aparto un poco y la polla carnosa lanza cuatro chorros de lefa encima de mi cara y de mi ropa. Me aseguro que el de enfrente ve perfectamente cómo me cae la leche por encima. La primera polla, ya servida, desaparece por el agujero. 

Rabo 2: Aún con la leche fresca corriendo por mi cara, me dirijo al otro agujero, donde el mirón está bien caliente. Por el agujero mete la polla babosa, más pequeña que la anterior, pero bien gorda. A este no he podido verle bien, pero el rabo es apetitoso, así que me pongo a mamarlo, sintiendo todavía el sabor de la leche del anterior en mi boca. A éste le gusta follarme la boca, así que dejo la boca abierta en el agujero mientras él me la mete y me la saca. Mi boca se llena con el grosor de esta churra caliente. El tio entonces quita la polla y se asoma. Es un cincuentón encorbatado, parece un banquero o un vendedor de seguros. Eso me pone. Tiene pinta de ser un puto buen padre de familia, pero al que le gusta meter la polla en bocas ajenas cuando sale del trabajo. Me pregunta si me gusta que me follen, y yo hoy tengo ganas de morbazo, así que le digo que sí. Me doy la vuelta y pongo el culo en el agujero, hasta que siento un capullo caliente que trata de abrirse paso en mi ojete. La polla gorda está lo suficientemente mojada como para que entre sin problemas, y el tio empieza a follarme el culo como antes me follaba la boca. Mi culo se dilata con esta polla gorda y yo me pongo cada vez más cachondo. Y empiezo a moverlo también para que se meta hasta adentro, mentras en mis nalgas siento el frío de las paredes, que contrastran con la carne caliente que hay en mi ojete. El rabo sale de mi culo, y me doy la vuelta rápidamente para poner la cara y recibir otra dosis de leche. Pero éste no lanza chorros, sino que reposa el capullo gordo en mi lengua y escupe lefa espesa sobre ella. El sabor es distinto a la otra, más dulce, pero igual de excitante. 

Rabo 3: Tras las dos pollas, estoy bien mojado, pero no quiero pajearme. Prefiero seguir disfrutando de rabos mientras me quede calderilla. Un tio mayor se asoma por el agujero, pero no tengo ganas de abuelos, así que le cierro la puertecilla. Algún otro tio también se asoma, mientras yo me toco el rabo duro; me gusta que me miren, no sé si ya lo he dicho. Tras algunos minutos mirando un video en el que varios chavales se maman las pollas en una peli porno algo insulsa, noto que una cara morena se asoma por un agujero. Me pongo en alerta. Pero antes de que me de tiempo a mirar por ese agujero para ver al tio, aparece por él una polla morena, gorda y grande, que me pone todo cachondo. Es un rabo árabe, por su color y porque está circuncidado. Y ya sabéis cómo me ponen los rabos árabes. Enseguida lanzo mi lengua hacia él y me meto el capullo gordo en la boca. Sabe riquísimo, y me llena bien la boca. Pero el rabo desaparece y se asoma un tio joven, evidentemente árabe, que me mira de arriba abajo. Por un momento no entiendo si quiere que yo le dé polla, pero me extraña, los árabes no suelen mamar pollas. La cara desaparece y se muestra de nuevo ese rabo gordo y moreno. Parece que el tio estaba mirando quién se la chupaba. Así que, aprobado como mamón de rabo árabe, sigo a lo mío. Me pongo a tope con esa polla, paso la lengua por toda ella, la meto hasta la garganta, le pido que meta los huevos negros también para poder lamerlos y metérmelos en la boca. No siento mucha respuesta del otro lado, pero evidentemente el tio está disfrutando, así que yo sigo mamando, lamiendo, tragando y jugando con ese palo africano. Me entran ganas de hacerle una foto y todo, de lo rica que está. El tio de pronto saca la polla de mi boca y veo que se la está meneando, para lanzar su leche fuera, pero le pido que la dirija hacia mi, a través del agujero. Y entonces me suelta un chorro de lefa caliente que me cae en el ojo, otro que me golpea en la mejilla, otro que me chorrea los labios y otros dos que me llenan la boca.

Rabo 4: El árabe me ha puesto a punto de correrme, pero quiero más. Para aliviarme el calentón, salgo de la cabina un momento. En teoría no está permitido quedarse fuera de las cabinas, pero allí se va a lo que se va. Así que disimuladamente siempre sales un poco para echar una ojeada. En una cabina se escuchan gemidos, y parece claro que no son del aparato de video. A alguien le están petando bien en la cabina. Aprovechando que la de al lado está vacía, y excitado aún por el rabo que me acabo de comer, me meto en ella por si acaso. La puertecilla del glory hole que da adonde provienen los gemidos está cerrada. Por si acaso, doy unos golpecitos en ella. Y entonces siento que se abre el pestillo y la puertecilla deja el agujero al descubierto. A través de él, un tio mayor está follándose a un estudiante, por la carpeta que veo sobre el sofá. El chaval está disfrutando, y me hace señas para que le dé de mamar. Como estoy echo una perra, meto mi rabo baboso por el agujero y enseguida siento cómo una boca caliente me lo chupa. También me gusta cómo se siente mientras tienes el cuerpo pegado a una pared y tu polla es mamada por un tragón al otro lado. Y me pone aún más pensar que esa boca es la de un mamón que está siendo follado por detrás. El chaval sabe mamarla, juega con la lengua en mi capullo y me pone a mil. Succiona como una buena puta que es. Y yo siento que ya no puedo resistir más y que voy a soltar toda la leche que se me ha acumulado esa tarde de rabos sabrosos. Intento sacarla de la boca del mamón, pero éste me la agarra dejando claro que no me la va a dejar de mamar. Y entonces siento ese calambre en el rabo antes de que empiece a soltar varios chorrazos de leche que se vuelven más calientes en la boca del mamón. La puta me agarra la base del rabo, como para evitar que se escape ni una gota de leche. Me ponen ese tipo de guarros viciosos. Cuando termino, siento su lengua acariciar mi capullo, lamiendo los restos de leche. Y deja salir mi polla de su boca. Yo me asomo por el agujero y el chaval me hace un gesto de satisfacción, mientras el otro tio sigue dándole por el culo.

jueves, 2 de enero de 2014

Mi primera polla


Entre tantos rabos que me he tragado a lo largo de todos estos años, al final uno siempre tiene un recuerdo especial por el primero. No porque sea nada especial, más bien suele ser algo rápido, que te acaba dejando con remordimiento de conciencia por haberte tragado una churra en vez de follarte un coño, y en general no queda el recuerdo de haber hecho nada excepcional (hay cientos de mejores mamadas). Pero siempre me pone cachondo recordar esas primeras sensaciones al saborear una polla.

En mi caso, como no podía ser menos, mi primer rabo me lo comí en un parque. Concretamente en el parque de María Luisa, cuando era una de las mejores zonas de cruising de Sevilla. O al menos a mí me lo pareció durante bastante tiempo. Yo tenía 15 años, era un castaño guapete, pero que no destacaba especialmente en clase. El caso es que, para ir al instituto, tenía que pasar por el parque en muchas ocasiones. Por aquel entonces no tenía muy claro qué me gustaba, pero ya me había hecho más de un pajote pensando en pollas de tíos. En el trabajo de mi padre, donde me quedaba a comer, había siempre escondida alguna revista porno, y me gustaba verlas tocándome, sentir ese olor característico que tenían las revistas porno (siempre me pareció que olían distinto a cualquier otra publicación).


Por supuesto, en portada habitualmente había alguna tía con los pechazos al aire, o el coño abierto. Pero a mí me gustaba rebuscar en el interior, donde encontrabas esos pedazos de nabos entrando en aquellos chochos depilados. Me fijaba especialmente en esos palos gruesos, lecheros, que dejaban la boca de las zorras llenas de lefa espesa. Y acababa haciéndome una paja con la página en la que mejor se veía la tranca del machote.

En mi recorrido por el parque desde el instituto hasta mi casa, las tardes eran especialmente morbosas. Era entonces cuando había movimiento, tios tocándose el paquete y mirándome con deseo, extraños vaivenes entre matorrales... Era una sensación rara. Por un lado me atraía, pero por otro tenía miedo. No sabía qué podía pasar si me introducía por las zonas más escondidas del parque, donde era evidente que ocurría algo morboso. Sabía que esa parte del parque tenía algo de prohibido, y más de una vez se me puso dura con algún "pretendiente". Pero no me atrevía a dar el paso.

Hasta que un día salí especialmente caliente del instituto. Por supuesto, yo era un trofeo apetecible para los tios que andaban por allí. Lo sabía y me gustaba. Tenía ganas de probar una polla de esas que se parecían a las que había visto en las revistas. Esa tarde, en el trabajo de mi padre, estuve mirando vergas gordas, venosas y leferas que dejaban bien abierto el coño de las modelos. Pero finalmente no pude terminar mi pajote porque apareció alguien que por poco me pilla. Así que aquél pajote interruptus fue el que me llevó a probar por fin mi primera polla.

Me acerqué más de lo habitual al camino entre matorrales que sabía que me iba a deparar alguna sorpresa. Y no tardó mucho en verse movimiento. Un tío pasando delante mía y tocándose el paquete. Otro cruzando, con la mano en el bolsillo. Un agujero entre matorrales a través del que se escuchaban algunos gemidos suaves... Sentí como si hubiera entrado en otro mundo, un mundo de lujuria y sexo, que olía a polla y a semen. Me excité enseguida y creo que se me notaba el bulto en el pantalón. Sentía vergüenza, pero al mismo tiempo atracción por aquel camino de excitación.

Sin embargo, no sentía aún el deseo de descubrir qué se hacía en el interior de los matorrales. Hasta que un tio de unos cuarenta años, moreno y velludo, se me quedó mirando mientras me acercaba hacia donde estaba. El hombre me miraba fijamente, con intenciones claras. No sé por qué, sentí un calentón. Me daba morbo ver a un tipo que podía ser mi padre mirarme así, con descaro, diciéndome con la mirada que me iba a descubrir el mundo del sexo, como si supiera que era mi primera vez en aquel lugar.

Pasé por delante de él disimulando, como mirando al otro lado, pero él se sonrió y siguió frotándose el paquete. Tenía ganas, pero también vergüenza. Hizo un movimiento raro en la bragueta. Y le dejé atrás rápidamente, asustado. Pero no pude evitar voltear la cabeza a ver si seguía ahí. Y entonces vi su verga morena y venosa fuera de la bragueta, colgando morcillona. No era muy grande, pero sí era gorda, apetitosa. El corazón me latía a mil. Y me paré, mirándole esa churra colgando. La saliva empezó a inundarme la garganta.

Entonces el tio se metió entre los matorrales. Por un momento no supe si irme de allí o seguirle. Pero evidentemente acabé deseando ese rabo. Me metí también entre los matorrales y le vi en un rincón, con la verga en la mano, ya más dura, meneándola. El hombre me hizo un gesto con la cabeza y me acerqué. Ya solo sentía deseos, aunque no había desaparecido el temor. Su rabo se había puesto durísimo, con las venas a punto de explotar. Me coloqué delante de él y me saqué la polla también. Él, sin decirme nada, me agarró de un hombro empujándome hacia abajo. Empecé a sentir el olor a polla manoseada, seguramente de alguna que otra hora buscando sexo, o quizás ya con más de un lefazo impregnado. Lo cierto es que ese olor terminó por excitarme. 

El hombre me puso de rodillas y me pasó el capullo gordo por los labios, con la mano en mi cabeza. Sentí por primera vez el amargor de un rabo caliente. El sabor era raro, pero excitante. Tenía ganas de abrir la boca, pero esperé a que fuera él quien me obligara. Y entonces empujó su mano sobre mi cabeza para meterme la polla gorda en la boca. El sabor y el olor a rabo se hizo más intenso, y comencé a pajearme. Había pensado muchas veces cómo sería comerle la polla a algún compañero de clase. Pero ahí estaba yo, con 15 años, de rodillas entre matorrales, tragándome la verga de un desconocido que podría ser mi padre. Y eso era mucho más excitante que el típico encuentro de besitos y mamaditas entre chavales de instituto. En ese momento sentí que eso era lo que me gustaba: ser una buena puta mamona y saborear rabos de todas clases.

Tuve una sensación extraña cuando sentí la polla babeando en mi boca. El sabor cambió y se hizo más dulce. El hombre estaba muy excitado, dando rabo a un adolescente que disfrutaba por primera vez de un macho. Y cuando comencé a notar que su polla empezaba a latir cada vez más, la sacó de mi boca y comenzó a lanzar varios chorreones de leche a mi lado, pero sin poder evitar que me llegaran algunos salpicones calientes a la mejilla. Yo estaba muy excitado, y no quería consentir irme sin una sesanción plena. Así que, cuando acabó de echar el último lefazo, le agarré la polla y le miré a la cara. Él entendió lo que quería, y me puso el capullo lefado en la lengua, para que sintiera el sabor dulzón de su leche mientras yo lanzaba la mía al suelo.

Su polla fue languideciendo en mi lengua, dejando caer algunas gotas de semen sobre ella. Yo me quedé de rodillas disfrutando de esa sensación, del olor a sexo de los dos, y del sabor de su lefa. Él se limpió un poco, se volvió a poner los pantalones y se despidió dándome unos golpecitos en la cabeza. Como si me dejara caer que lo había hecho muy bien, para ser mi primera vez. Como los golpecitos que se le dan a un perro cuando hace su trabajo. Fue la primera vez que me sentí el perro de alguien. Y me gustó.