miércoles, 11 de junio de 2014

De lefote en lefote

Una de las cosas que más me gustan cuando voy de cruising es recibir lefotes de distintos tios. Pero no que varios maromos se corran en mi cara al mismo tiempo (que también) sino hacer que un tío se corra y aguantarme las ganas para poder seguir mamando otros nabos. 

Ayer tuve una experiencia de esas. Había quedado con un tio del chat de Chueca para que me diera rabo y lefazo en el WC de El Corte Inglés. Estaba bastante perro y tenía ganas de sentir un buen lefote en todo el careto. Así que me fui directo a los wc, donde había quedado con el tío. Ni siquiera le pregunté cómo era, solo quería sentir un rabo en la boca y un chorro caliente en la cara. Lo único que me aseguró en el chat fue que era lechero, así que como eso era lo que yo buscaba en ese momento, me bastó con eso para salir omo un perro en celo. 

Llegué un poco pronto (quizás porque estaba ansioso). Había quedado en la cuarta planta, pero preferí subir por las escaleras e ir entrando en los wc de cada planta por si encontraba algo de camino. Y tuve suerte. Había un chaval moreno y delgado en la puerta del wc y cuando me vio y nos cruzamos las miradas, se metió en el servicio. Yo le seguí hasta el urinario. Hay momentos, sobre todo si eres una puta como yo, en los que no hace falta ni un segundo para saber que el otro quiere guerra. Y este fue uno de esos. Sabía que el chaval estaba buscando algo, y cuando me puse en el urinario él ya tenía el rabo moreno y largo fuera del pantalón mientras se lo meneaba. Así me gusta, directo al grano, nada de preguntitas ni de chorradas. Si un tio se pone en el urinario al lado tuya con el rabo fuera mostrándolo, ¿para qué coño le vas a preguntar si busca algo? ¿cómo se llama? ¿dónde lo hacéis? Yo me saqué mi churra aún lánguida y me la empecé a menear también. Nuestras miradas se dirigieron al reservado y nos metimos en él. 

Cuando estuvimos dentro, el chaval me enseñó otra vez su rabo moreno bien armado, uno de esos que me encanta mamar hasta el fondo. Se notaba que él también era buen mamón, pero ese día yo quería ser el que tuviera el rabo en la boca, así que empecé a lamerlo con ganas. El otro tío podía esperar, o si al final no le encontraba, seguro que no tenía un rabo como éste. El chaval me folló la boca con ganas, se notaba que también andaba caliente como una perra. Nos besamos con ganas, y me lanzó un pequeño escupitajo en la boca, pero tímidamente. Yo le dije: "Escúpeme, tio". Y entonces, cuando supo que a mi me gustaba, me lanzó un buen escupitajo en la boca y otro en la cara. Yo estaba ya a tope, pero quería seguir mamando hasta el final. El tio al final me agarró la cabeza a punto de correrse, y le dije que lo hiciera en mi cara. Pero no me dio tiempo a terminar cuando sentí otros escupitajos, pero esta vez de leche caliente y líquida, que me rociaron bien la cara. Me entraron ganas de lamer su polla morena que aún chorreaba algunas gotas de lefa. 

El chaval me preguntó si yo no me corría, pero le dije que no. Yo estaba a tope, pero aún me daba tiempo a comerme el otro rabo con el que había quedado, así que decidí aguantarme. Cuando el chaval salió del reservado, yo me quedé un poco mirando sus goterones de leche en la cara. Como era bastante líquida, no se notaban mucho, así que salí de allí con la cara lefada. Me gustaba sentir el olor de la polla del tio en mi cara. 

Subí a la cuarta planta, donde había quedado con el otro tío. Solo sabía que llevaba un chaleco de un color determinado, así que no hubo mucha pérdida. Y estaba allí, esperando al mamón. Me puse a tope solo de pensar que antes de que se me hubiera secado la leche del otro chaval en la cara iba a estar otra vez de rodillas mamando otra polla. 

El tio, de unos 40 años, me metió su miembro en la boca en cuanto entramos en el reservado. Comparada con la otra, ésta parecía menos potente, pero quería comprobar si era tan lechero como me había dicho. Ya estaba excitado de la mamada en la tercera planta, así que me la comí con ganas de mamón vicioso. A éste también le gustaba follarme la boca hasta que me tragara todo su rabo, y realmente estaba delicioso. 

En un momento dado, se subió encima del váter para tenerme debajo. Esa posición, con el macho dando polla al mamón, me encantó. Entonces el tio me dijo que pusiera la cara justo debajo de su rabo, bien duro y venoso. Y empezó a meneársela para llenarme bien de leche. Mientras aún sentía el olor del semen del chaval, todavía sin secar, empezaron a caerme encima chorros de leche bastante espesa, de esa que notas que se te queda pegada en la cara. Realmente el tio era lechero. Me cayeron por lo menos seis chorros de leche condensada, y algún otro cuando el tio se escurrió la polla lanzándome los pegotes que aún le quedaban. Hubo un momento en el que sentí el olor de las dos pollas, como si mezclara la leche de los dos tios en mi cara, líquida y espesa, joven y madura, dulce y salada...

Me quedé un buen rato disfrutando de esos lefotes en mi cara, oliendo a machos y rabos. Como el cabrón mamonazo que soy. Un día de lefote en lefote.