sábado, 25 de abril de 2015

Morbazo en el autobús

No soy mucho de coger autobuses, pero de vez en cuando tengo que cogerlos. Para pasar el tiempo, en los autobuses me gusta jugar a seleccionar a los tíos a los que no me importaría darles unos buenos mamazos. Y desde luego siempre hay alguno al que me encantaría bajarle la bragueta y meterme su rabo en la boca sin más. Estudiantes de esos que lanzan buenos lefazos, maduros con rabos duros y venosos, inmigrantes de vergas morenas... Si tuviera la ocasión, no me importaría sentarme junto a un tío, sacarle la churra y meneársela hasta sentir su líquido caliente sobre mi mano.

Hace poco me vino uno de esos calentones que me vuelven loco. Me gusta el morbo de imaginar mientras estoy en un sitio público, y sentir cómo la polla se me va a salir del pantalón con mis fantasías. Aunque algunas situaciones son más realistas que otras. Al subir al autobús, enseguida clavé mi mirada en un chaval joven, de piel morena, que estaba al final de un autobús repleto de gente. Era uno de esos tíos que me gustan en cuanto les veo, así que hice lo posible por situarme a su lado, pasando por entre las señoras con bolsas de la compra. Tengo que decir que no soy muy discreto cuando un tío me gusta y aunque tampoco me va eso de clavar los ojos en alguien haciéndole sentir mal, creo que se me nota cuando me atrae uno.

El chaval tendría unos veintitantos, llevaba un pantalón vaquero semigastado, no demasiado ajustado pero tampoco tan holgado como para que no se le notara un culo bien formado, redondo y duro, y un paquete más que apetecible. La camiseta que tenía puesta dejaba ver un cuerpo atlético sin ser musculoso, de piel morena, diría que latino, de esas que me ponen a mil. De vez en cuando nuestras miradas se cruzaban, y yo le recorría con mis ojos su cuerpo como si le estuviera lamiendo de arriba abajo. Ni qué decir tiene que mi rabo se despertó pronto, y mientras me imaginaba sacándole su verga y saboreándola con mi boca, la mía se me puso dura como una piedra, elevando mi paquete levemente. En un momento dado, vi cómo el chaval lo miraba. Parecía haberse dado cuenta de que dentro de mi pantalón me había excitado, y creí notar una ligera sonrisa en sus labios. Pero lo mejor estaba por llegar.

Mientras esto pasaba, yo aprovechaba cualquier hueco que veía para acercarme más a este moreno que me ponía tan caliente. Noté que cada vez me miraba más, mientras seguía mirando su abdomen, su culo, su paquete... Me vino a la cabeza la imagen mía, de rodillas, metiendo mi lengua en la raja de ese culo moreno, sintiendo el sabor de su ano, tocando con la punta su ojete semiabierto... De pronto, noté que su paquete se movía ligeramente. Y me di cuenta de que él también estaba empalmado, y su verga latía dentro de su pantalón igual que la mía dentro del mío. Me imaginaba un buen rabo moreno, con el capullo negro, oliendo a sudor y babeando.

En cuanto pude, me puse delante de él, que disimulaba mientras parecía escuchar música desde su móvil. Me coloqué justo delante, dejando solo un centímetro de espacio entre su paquete y mi culo. Pero eso duró poco, porque no sé si fue por él o porque el autobús hizo un movimiento brusco, pero ese centímetro desapareció, y sobre mi trasero sentí la dureza de su paquete. Era evidente que estaba empalmado, porque sentía hasta la punta de su nabo, que parecía querer atravesar los dos pantalones para clavarse en mi ojete. Por mi cabeza pasó la imagen de él bajándose los pantalones y bajándomelos a mi, y sin mediar palabra su verga se introducía en mi raja, haciéndome arder de placer. Sentía un capullo tan baboso que no necesitaba saliva para abrirme el culo hasta el fondo, y notaba su vello púbico rozando mis nalgas mientras me daba buenos empujones. Y sus dientes clavándose en mi cuello al mismo tiempo que me follaba.

Mi polla estaba a punto de explotar cuando noté que su paquete se rozaba contra mi culo, bien duro, como queriendo aprovechar ese momento de contacto. Y noté un olor excitante, entre perfume de adolescente y sudor de estudiante. Yo también hice un movimiento apretando mi trasero contra su paquete, para que notara que me gustaba sentirle detrás de mí, y que en cualquier momento podíamos ir a cualquier sitio para que me hiciera lo que quisiera. Mi rabo estaba muy mojado, y noté que dejaba una mancha líquida en mis calzoncillos.

Pero el autobús llegó a su parada, y esa sensación dura en mi culo desapareció cuando el chaval se bajó. Sentí deseos de bajarme también, por si se daba la ocasión de saborear lo que había notado. Pero decidí quedarme en el autobús, esperando a otra ocasión. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo, y entonces sí fue evidente una sonrisa en sus labios.