sábado, 4 de julio de 2015

Verano lechero


He de reconocer que el verano es una de mis épocas favoritas para hacer cruising al aire libre. Los parques suelen estar más tranquilos que de costumbre, por el calor sofocante, pero gracias a eso es más fácil encontrar ligue para echar un polvete entre matorrales. No es muy recomendable salir a pleno sol; yo prefiero ir por la mañana temprano, no más tarde de las 10:00, y realmente no es muy complicado encontrar tios ante los que ponerse de rodillas. Cuando escribo esto me encuentro en un parque, esperando que aparezca ese machote que cuando vea mi cara de puta se agarre el paquete con la mano y se me quede mirando como diciendo: "¿Quieres rabo? Pues ven a cogerlo". Y yo, claro, como buena zorra que soy, voy y me meto en algún escondrijo discreto esperando que el macho se acerque, ya con su polla morcillona en su mano, lista para acariciar mis labios.

Lo que más me pone de mamar rabos en verano es sentir el olor a polla antes de saborearla. Ese olor penetrante a huevos sudados que te inunda nada más descubrir el regalo de la entrepierna. Ese olor es especial en verano, tan intenso y sabroso como si estuviera esnifando un bote de popper, llenándome de una excitación que me hace tener ganas inmediatamente de sentir el sabor de ese rabo. Me imagino que es algo así como lo que sentiría un vampiro cuando se encuentra delante de su víctima desprendiendo olor a sangre. Los instintos le llevan a morder directamente, a la necesidad de saborear aquello que produce ese olor tan intenso. Salvando las distancias, claro, en esos momentos me siento como un vampiro, incapaz de resistir la tentación de empapar mi lengua con el sabor a nabo.

Hace poco, en este mismo parque en el que estoy, seguí a un tío hasta unos matorrales. Mientras me acercaba, él se sacaba la polla por debajo de sus calzonas. Y antes de llegar donde estaba, el olor a rabo inundó mis sentidos. Mi polla se puso inmediatamente tiesa, como si un shock se hubiera producido en mi cabeza y la sangre hubiera descendido rápidamente. Enseguida sentí ese subidón de excitación que te produce el popper, y solo deseaba tener ese rabo oloroso metido en mi boca. Se notaba que el tío acababa de correr por el parque, la polla estaba pegajosa del sudor y eso me puso a mil. Me restregué el rabo por toda la cara (porque no hay cosa que me guste más que sentir en mi cara de puta el olor a nabo) y me lo metí en la boca. Salado, acaramelado, cítrico...  una mezcla de sabores que me llenaban la garganta.

Se podría decir que en verano soy más puta que en invierno. No puedo irme de un parque o alguna zona de cruising sin comerme por los menos tres pollas (juntas o por separado). También influye que se supone que en verano tenemos más ganas de follar. Supongo que es así en mi caso. Cuando llego a un parque con ganas de mamar siento la necesidad de saborear más de una polla, que se mezclen los sabores y los olores, que mi cara chorree leche de distintas procedencias. Quedarme pegajoso de sudor y lefa. Eso me excita mucho cuando regreso a casa antes de darme una ducha. Sentirme pegajoso porque tres o cuatro tíos me han follado bien la boca, me han agarrado la cabeza mientras me ensartaban con sus rabos y me han descargado toda su leche en toda mi cara.

Espero tener suerte hoy. Sigo esperando.