sábado, 25 de septiembre de 2010

Comiéndola en la peluquería

A los viciosos como yo siempre nos gusta encontrar momentos para ponernos a tope. Pero la verdad es que desde joven me han dado morbo las peluquerías. Sobre todo, claro, cuando quien te pela es un tio interesante. Aunque la verdad, como tampoco soy muy exigente (donde se ponga una buena churra da igual el físico), siempre me ha puesto caliente un peluquero con buen paquete. Me pone caliente sentir su bragueta rozando mi hombro, y me imagino esa polla pendulona debajo del pantalón, deseando salir y meterse en mi boca tragona. Muchas veces me he hecho pajas pensando que un día me iba a encontrar en una peluquería sólo con el peluquero, y que en el momento de rozarme, nos miraríamos, él se sacaría su churra ya medio dura y me la restregaría por la cara hasta meterla en mi boca. Y que yo acabaría de rodillas sintiendo su leche caliente sobre mi cara.

Alguna vez he creído notar que bajo ese paquete que me rozaba había un nabo tieso. Pero no he tenido ocasión de comprobarla, desgraciadamente. Y dede luego muchas veces se me ha puesto dura como una piedra y he tratado de disimular.

Por eso cuando hace unas semanas quedé por un tio en el chat que buscaba un mamazo caliente y me dijo que estaba en una peluquería, me fui corriendo para allá. Efectivamente, se trata del dueño de una peluquería que, cuando cierra, le gusta dar su biberón a algún mamón. Y yo encantado. El día que quedamos me encontré con un tio atractivo y sobre todo, cuando se bajó el pantalón, con un nabo gordo, grande y sabroso. Me puse a tope comiéndome esa churra en medio de la peluquería. Y cuando me llenó la cara de un lefazo caliente y disperso no pude evitar correrme al mismo tiempo.

De vez en cuando quedamos para una buena comida de nabo. Me gusta entrar en esa peluquería y ponerme de rodillas enseguida, sin palabras ni chorradas. La polla en mi boca a los diez segundos. Y siempre pienso en ir un día allí, a pelarme, solo para que el tio roce su paquete contra mi hombro, pero con la seguridad de que más tarde ese nabo grande, venoso, baboso... me va a llenar la cara con un buen lefazo.